martes, 29 de enero de 2013

LLANTO DE PERRO

Un desalmado (o desalmada) , tiene un perro en el balcón llorando y ladrando a partir de las ocho de la tarde. El animal, a veces para, pero a los dos minutos sigue llorando, e incluso entre llanto y llanto juraría que he escuchado decir "mamá". No sé a qué se dedica el vecino (o la vecina), pero no puedo salir al balcón , fumar y contemplar las estrellas porque su llanto me desquicia.
Dudo  si llamar a la policía, porque tal vez esté muy ocupada en buscar al marido de Cifuentes o se encuentre dando leña y punto. Un amigo, activista  por  los derechos de los animales, me ha recomendado que llame a la Defensora del Pueblo, pero seguro que está muy ocupada defendiendo los derechos de Urdangarín, a las princesas encantadas y a  la muy bien hablada Fabra, y para que me diga que me joda, que no le moleste con perrerías, pues no la llamo.
El caso es que al lado de éste vecino (o vecina), también hay un niño que llora cuando dan las ocho. No lo tienen en el balcón, pero sus aullidos suenan en toda la calle. A veces llora el niño junto con el perro, otras, el niño sólo, y otras el perro, y a mí me dan ganas de llorar todos juntos, como si fuésemos las Supremes en versión lacrimógena.
Salgo al balcón, por última vez, ya tarde . El mundo sigue su orden, su quietud, su inalterable monotonía : la luna llena resplandece, hermosa entre las bellas, Rodrigo Rato se lleva otra pasta gansa, Esperanza Aguirre, catedrática de Historia, imparte lecciones magistrales sobre la Segunda República y Bárcenas estará cenando en algún bar, dado que se lo puede permitir, ya que tiene familia pudiente en Suiza. El niño, agotado , ha quedado dormido. Al perrito le habrán dado algún hueso porque no se le oye. Un grupo de borrachos pasa cantando "Asturias, patria querida". Y al final, el que llora como un niño y como un perro soy yo, que me he quedado sin tabaco
y  sin mechero, sin esperanzas ni ilusiones, pero contento de no escuchar más ladridos que me rompen el alma.

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