miércoles, 5 de junio de 2013

OCEÁNO DE TRANQUILIDAD

Un tal Huang Carlos Aguilar que se hacía llamar "enviado de Buda en la
Tierra", "el maestro Shaolín" ( para los amigos ), montó un
templo-gimnasio en Bilbao donde en vez de encontrar paz y sosiego los
clientes recibían más hostias que las que pudiera dar un erzchaína
cargado de calimocho hasta la boina.
Resulta que el currículo se lo inventó. Ni era maestro Shaolín, ni era
licenciado en Antropología, Historia y Derecho, ni campeón de España
de kung-fú.Ya puestos a engordar el marrano, podía haber añadido que
también tenía un ciclo superior de navajería albaceteña o un máster de
saltimbanqui en el Circo del Sol.
El caso es que consiguió notoriedad predicando el dolor como camino de
la perfección, el autocontrol, la pobreza etc, todos los rolletes
budistas y hasta fue entrevistado por Punset en "Redes",que empezó
bien el programa hablando de agujeros negros y blosones, y cada vez ,
últimamente, sólo entrevista a pájaros que se embelesan hablando de la
inteligencia artificial o de los saberes mistéricos de los mayas, que
por poco no envían un hombre a la luna.
El tal Huang montaba a los alumnos viajes a China por tres mil euros
una semana y se forraba con la comisión. Predicaba la austeridad y
pedía dinero a los alumnos.
Pero esta vez, se le ha ido la pinza: ha torturado a una chica y ha
matado a otra.Con sadismo, alevosía y encarnizamiento, o sea, todo lo
contrario de lo que proponía. A mí jamás me ha gustado el tufo de que
por el dolor se purifica uno.Cuando me sacan una muela, se purificará
mi bolsillo, que se queda en el nirvana absoluto, pero no mi mejilla.
Cuando me rompí el menisco, ví las estrellas de del dolor que tenía, y
más que puro, me sentí cojo.Ya dijo Aristóteles que más que buscar el
placer, hay que huir del dolor. Nada bueno hay en algo que provoque
dolor. Y esta invasión de artes marciales, rollos zen, kung fú man,
guerreros ninja y yogas iluminados provoca que a veces salgan zumbados
como este Juan Carlos Aguilar, que de tanto hacer el friki con los
cuchillos no se dió cuenta y se transmutó en un Jack el Destripador
versión Bilbao. Y lo más curioso es que su templo-gimnasio o lo que
fuera se llamaba "el oceáno de la tranquilidad". También los nazis
ponían en la entrada de los campos de concentración "el trabajo
dignifica al hombre".Menuda tranquilidad y menudo trabajo.

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